8 de NOVIEMBRE 2013
No tiene prisa, ni para lo bueno, ni para lo malo. No quiere ni euforias ni depresiones, yo le conocí alguna vez... Fui consciente de sus alegrías, de sus tristezas, y sobre todo de su frontera con el infinito.
Compré un billete a ninguna parte
para viajar con el, y el dibujó un corazón en el cristal empañado de la ventana
de ningún tren. Y encontramos un poema suicida en las vías sin destino.
Cuando ha amanecido un día gris, y
no le quedan palabras a la noche, espera eternamente un arco iris, para saber
si aún sueña.
Y canta a las farolas que se funden
en la ciudad mientras fuma un cigarrillo en el banco de afuera de la taberna,
como si mil placeres fueran posibles desde la inevitable rutina. Y mientras le
dura el café se atiene a las consecuencia de su fin de semana poeta.
Trabaja en la despensa del desorden
y cobra un abrazo de despedida. Luego avanza un paso atrás y habla con las
sombras que nos persiguen.
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