A lo largo de la Historia el
ser humano, en su afán de conquistar y de agrandar su imperio, ha utilizado
diferentes métodos para ese fin. Sólo hay dos maneras para lograrlo, vencer o
convencer. Parece ser que hoy en día mediante el convencimiento no hay ningún
estado que llegue a conseguir sus propósitos, ya sea porque carecen de
credibilidad o porque requiere de un mayor esfuerzo, ya que hay que contar con
todo el mundo. Por todo esto, sólo les queda una manera de hacerlo, y la más
rápida y sencilla cuando se tiene el poder, el sometimiento.
Cuando no hay una guerra
declarada y abierta, en la que el uso de la fuerza directa no es la estrategia,
se implanta la cultura del miedo. De esta forma se consigue que la gente no
actúe libremente, que no se exprese de una manera determinada, que pierda su
personalidad…
En Estados Unidos, las
empresas armamentísticas han utilizado el miedo como motivo por el que los
ciudadanos tienen que protegerse y comprar armas. Todo esto con el
consentimiento de esos partidos políticos a los que subvencionan. Es el miedo
el culpable de que una señora le clave una bala en el pecho a ese vecino que
venía a advertirla que se había dejado la puerta de casa abierta.
Es por eso que cuanto mayor
es el botín, mayor es el miedo que hay que infundir a la sociedad. En el estado
español están aplicando políticas durísimas con el fin de amedrentar a la
población, endureciendo las penas cada vez más severas en delitos menores. Con
esto se consigue disuadir a la gente a la hora de oponerse a sus decisiones.
Un día le pregunté a mi amigo
Juan, Juan Sinmiedo.
-¿Cómo lo has
conseguido? Y el me respondió…
-Al principio yo era un
hombre normal, con derecho a expresarme libremente. Pero todo cambió, hace un
tiempo cogí una enfermedad, pedí cita para tratarla y esperé tanto que se
convirtió en crónica, con lo cual perdí el miedo a enfermar. Como estaba
enfermo cogí la baja y me despidieron, con lo que perdí el miedo a ser
despedido. Cuando fui a manifestarme por lo que me estaba pasando, me molieron
a palos y pasé pequeñas temporadas en los calabozos. Fue entonces cuando perdí
el miedo a ir a la cárcel. Como estaba sin trabajo y sin recursos económicos,
vino el banco y me echó de casa. Ahí perdí el miedo a quedarme sin techo.
Despojado de todos mis bienes, apaleado y sin derechos, me encontré en la peor
de las situaciones en las que puede verse un ser humano. No me importaba morir,
con lo cual perdí el miedo a la muerte y con él perdí también el miedo a matar.
Cuando alguien llega a esta situación, es el momento en que esos que tanto se
reían… todos esos que estaban tan tranquilos y seguros… todos esos… pueden
empezar a tener miedo…
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